INTENTO AL MONT BLANC EN SOLITARIO

Como prometido, les envío el cuento y unas fotos del intento en solitario al Mont Blanc por la vía de los Tres Mont Blancs.

El lunes 13 de Septiembre llegué a Chamonix, la cuna y la meca del alpinismo, donde todo comenzó hace más de un siglo. Las vistas de toda la Cordillera de Los Alpes y del Macizo del Mont Blanc, durante el trayecto en tren y desde este pueblo, fueron la mejor bienvenida a esta maravillosa región. Cuando llegué, los reportes meteorológicos anunciaban mal tiempo y tormenta para los próximos tres días, pero para el viernes se pronosticaba clima muy bueno. Así que decidí retrazar la fecha de partida para el miércoles para intentar la cumbre la madrugada del viernes.

El miércoles al mediodía subí en el teleférico hasta los 3. 842 metros de la Aiguille du Midi. Había mucha neblina y la visibilidad era prácticamente cero. No obstante, al igual que otros alpinistas, descendí por la arista nor-oeste (bastante expuesta) hacia el Collado de Midi. Al final de la tarde, justo antes de que empezara a nevar, terminé de instalar la carpa en el glaciar de la Mer de Glace rodeado de montañas por todos lados. Nevó como hasta las 9:00 pm y después de derretir nieve y preparar una buena sopa caliente, me acosté a dormir.

Al día siguiente, el plan era quedarme a esa altura para aclimatar y prepararme para la jornada de ataque a cumbre, que empezaría a la media noche. Me dediqué durante todo el día a dormir, comer y beber: que sabroso!! Tomé muchas fotos y paseé por todos lados. Se sentía como una caminata en las nubes. Los glaciares y las montañas nevadas se extendían hasta perderse de vista y las imponentes paredes de roca y hielo del Mont Blanc du Tacul y de la Aiguille du Midi hacían que uno soñara despierto. Lo mejor era la vista desde la ventana de mi carpa, podía estar horas admirando y descifrando cada montaña y tomando fotos. Había estado esperando y soñando mucho con este momento, de escalar en los Alpes: unas montañas no muy altas, pero impresionantemente hermosas. Creo que después de haber estado unas semanas antes en la Cordillera Blanca de Perú y ahora en los Alpes, no podía pedir más!

Traté de dormirme temprano, pero el frió y la emoción de lo que me esperaba al día siguiente no me lo permitieron mucho. Tenía una mezcla de felicidad y miedo al mismo tiempo, ya que seria la primera vez que escalaría en solitario y primera vez que estaba en esta montañas. Además, el frío es peor cuando se duerme sólo en una carpa de tres personas. Esa noche hizo -10 grados.

A las 11:30 pm me desperté y una hora más tarde ya estaba listo para empezar a caminar. Un danés, que conocí mientras subíamos en teleférico, salió a la misma hora que yo. Él también lo intentaría en solitario, pero muy inteligentemente dejó que yo abriera huella!! Se llamaba Toben y resultó ser un muy buen amigo. Éramos los primeros en encarar la cara norte del Mont Blanc du Tacul, otros alpinistas comenzaron a caminar cerca de la 1:00 am. Al llegar a una primera rimaya, estuve algún tiempo buscándole paso ya que habían huellas por todos lados. Finalmente el paso lo encontré pero era algo incómodo y bastante expuesto. De subida me concentré en no caerme y subir con tranquilidad y seguro, pero de bajada pude ver bien lo profunda e intimidante (para no decir otra palabra) que era la rimaya.

Después de esta rimaya, la nieve era cada vez más profunda y el viento barría inmediatamente las huellas que dejábamos. Subir con nieve hasta las rodillas, abriendo huella, era simplemente agotador. Dabas dos pasos hacia arriba y retrocedías uno. Al poco tiempo dejé que pasaran unos escaladores de Finlandia, seguro que ellos estaban más acostumbrados que yo a tanta nieve!! Bueno, las horas pasaron y todos avanzábamos lentamente porque por más que los primeros abrieran la ruta, con el viento y la gran cantidad de nieve-polvo que había, la huella se borraba. El esfuerzo se parecía a caminar en agua, pero a 4.000 metros. Poco a poco vi como la gente se empezaba a devolver y cada vez que me paraba a descansar, lo pensaba varias veces. Llegó un momento en que vi que pasaba el tiempo y cada vez estaba más cansado. Sabia que tenia que estar antes de las 5:30 pm de vuelta en la Aiguille du Midi para agarrar el último teleférico de bajada. Calculé el tiempo que faltaba para llegar a la cumbre, más el descenso, recoger campamento y subir hasta la Aiguille du Midi y los números no me daban. Si perdía el ultimo teleférico, perdería el tren y también el avión de regreso a Caracas. Le pregunté al danés que iba todo el tiempo detrás, que cómo iba, pero estaba muy mal, había vomitado varias veces y estaba agotado. Yo no me sentía mal pero el cansancio en las piernas era enorme. Decidí devolverme. Además, no era muy seguro bajar tan cansado cuado vas en solitario y necesitas que tu cuerpo responda bien. De las 20 personas que estábamos en la ruta, solo una cordada de tres personas siguió hacia arriba, no sé hasta donde.

Cuando todavía no había amanecido y ya estábamos bajando, de pronto vi como Toben, el danés, dio un mal paso y cayo dando vueltas tratándose de parar. Lo vi todo en cámara lenta y me decía a mí mismo en voz alta, como una especie de suplicio: "párate, párate, párate!", pero no se paraba. Vi como su linterna se le salió del caso y siguió deslizándose por la nieve aun más rápido y al final, por fin, se paro 5 metros antes de una repisa que daba al vacío. Fue una caída muy aparatosa de unos 200 metros, pero apenas se detuvo no respondía a mis gritos preguntándole que si estaba bien, que si estaba herido. Veía que estaba boca abajo de cabeza, con sus piernas de forma extraña. Yo estaba muy asustado y más aun al ver que no respondía.

Empecé a destrepar rápidamente hacia él mientras otros alumbraban y nos gritaban. De repente vi como una de sus manos se levanto y dijo: "I'm OK", pero aun no se movía de su posición. Cuando llegué hasta donde estaba, me dijo que no se podía mover y en esos instantes, antes de que terminara la frase, pensé en lo horrible de la fractura que debía tener con sus piernas dobladas hacia arriba y los crampones clavados en la nieve. Pero su frase continuó para mi alivio de esta manera: "No me puedo mover porque me voy a resbalar". Me aseguré con el piolet y lo ayudé a levantarse. Me dijo que estaba bien, que no le había pasado absolutamente nada. Yo no lo podía creer después de haber visto como daba vueltas cayéndose cada vez más rápido. Me contó que su piolet se le salió de las manos al tratar de auto detenerse y al final los crampones lo frenaron.

De subida yo me había resbalado pero solo unos metros y rápidamente me pude parar con la ayuda del piolet. Fue un buen susto, sobre todo cuando sabes que no estas amarrado a ninguna cuerda. Sabiendo eso, no me podía imaginar el susto por el que había pasado el danés. Hasta yo estaba medio en shock de verlo caer. Después de recuperarnos de este buen susto y descansar un poco, seguimos bajando desencordados. Creo que el espectáculo del amanecer hizo que se nos olvidara todo esto.

Al llegar al collado nuevamente, recogí el campamento y disfrute de mi "no-cumbre" sentado allí admirando la ruta de los Tres Mont Blancs y las montañas a mi alrededor. Fue grandiosa la experiencia y la disfruté mucho a pesar de no haber llegado a la cumbre. Creo que ahora tengo más ganas y ánimos de subir esta montaña por esta ruta nuevamente, no sé si en solitario, pero seguramente llamaré al simpático danés a que me acompañe.

Después de varias fotos, con el pesado morral al hombro empecé a subir nuevamente hacia la Aiguille du Midi y a las 5:00 pm bajé en el teleférico después de una jornada de 17 horas.

Con esta cita de este fotógrafo y escalador peruano me despido hasta la próxima aventura.

Saludos,

Miguel Angel Pérez

"Como montañistas buscamos el reto justamente para sentirnos más vivos, porque amamos la vida y asumimos sus retos. Y estos retos incluyen el retroceder cuando debemos hacerlo. Después de todo, la montaña estará siempre allí y renunciar ahora es una forma de darnos la oportunidad de volver.” Renzo Ucelli, 20/04/2000 del Diario Perú 8000 desde el Everest